No es infrecuente que una experiencia personal cambie de forma radical la trayectoria vital de una persona, por supuesto también a nivel profesional, esto ha sucedido siempre. En este artículo les contaré mi historia.
Inicios de un problema
Comencé a estudiar enfermería en el año 1989, durante buena parte de la carrera soporté un leve pero constante dolor en la zona interescapular derecha (dorsalgia benigna según el traumatólogo). Enseguida entendí, por diversos motivos, que lo que de verdad quería estudiar era fisioterapia, además me iba a venir muy bien para este dolor dorsal, que se había vuelto crónico.
Decidí cambiar a fisioterapia y acabé la carrera en el año 1995. Para esa fecha mi dolor se había vuelto difícilmente soportable. Como muchos fisioterapeutas, cuando acabé la carrera invertí muchos fines de semana en formaciones y cursos de diferentes técnicas. A cada curso que asistía aprovechaba para consultar a cada profesor, con el objetivo de ver qué explicación me podía dar sobre el origen de esa dorsalgia que no se me quitaba, además por supuesto de solicitarle un tratamiento que consiguiera acabar con el dolor. A pesar de obtener muchas y distintas respuestas y tratamientos conseguía siempre el mismo resultado: una mejoría más o menos parcial y poco tiempo después la mejora retrocedía, hasta el punto de volver a sentir el dolor exactamente igual a como estaba antes de aplicar los diversos tratamientos. Seguramente la valoración y tratamiento de los profesores a los que solicitaba ayuda era correcto, pero también es cierto que ninguno acertó en la causa que provocaba esa dorsalgia tan rebelde, que poco a poco evolucionó a una torticolis repetitiva, tendinopatía del hombro derecho, epicondilitis derecha y cefaleas tensionales….
Paralelamente a mis dolores músculo-esqueléticos mi sistema digestivo comenzaba a funcionar cada vez peor (dispepsia funcional según el médico) y mi garganta se inflamaba de forma cíclica, hasta 7 veces al año (faringitis crónica según el otorrinolaringólogo). Nada me impedía una vida más o menos normal, pero era demasiado joven para que tantas cosas me funcionaran mal.
En búsqueda de la causa hay que preguntarse siempre ¿por qué?
No sé si fue la suerte o el destino lo que me llevó a la medicina natural-oriental para tratar la garganta y el sistema digestivo. No contemplaba entonces que los dolores musculares también pudieran ser tratados desde otro punto de vista. Inicié un tratamiento de plantas medicinales y consejos nutricionales que seguí con más voluntad que fe, pero mi escepticismo se tornó en sorpresa cuando en tan sólo veinte días había mejorado mi digestión y la garganta jamás volvió a molestarme. Para más sorpresa, mi zona dorsal comenzó a relajarse, a mejorar las molestias en hombro y codo, y nunca más tuve cefalea tensional.
¿Qué había sucedido? Pues tiempo más tarde entendí que todas esas dolencias tenían relación, un origen en común: una mezcla de mi carácter, mi impaciencia en el ámbito profesional, un estrés mantenido durante años, situaciones personales que generaban frustración… Y para completar una pésima alimentación habían ido alterando mi sistema digestivo a través de mi sistema nervioso.
Enseguida comprendí que lo que a mí me había curado también podría ayudar a mis pacientes. Empecé a tratar dorsalgias, cefaleas tensionales y mareos de origen cervical con características similares a las que yo padecí durante tanto tiempo. Me fui formando y aplicando esta filosofía a otros problemas músculo-esqueléticos, fusionando mi trabajo de terapia manual con una visión bio-psicosocial. Desde entonces he tratado a más de 8000 pacientes con éxitos y por supuesto con muchos fracasos, pero todos me han conducido a la conclusión de que muchos problemas de espalda son el resultado de un desequilibrio, no sólo del aspecto postural o mecánico, sino también de factores nutricionales y emocionales, y por mucho que nos empeñemos no encontraremos a ningún profesional que sepa diagnosticar y tratar estas relaciones, por lo tanto en ningún momento he invadido las competencias de nadie.
Hasta aquí nada especial, un fisioterapeuta que cuenta su experiencia y que cree puede ser útil para los demás. Mi sorpresa llega cuando un grupo de compañeros se unen para criticarme de forma feroz, por decirlo suavemente.
“Esta forma de abordar los problemas de espalda no es la manera de hacer fisioterapia”, dijeron
Cierto, no lo son (hasta la fecha). Pero bajo ese mismo razonamiento el fisioterapeuta de hoy en día no aplicaría técnicas como la punción seca, la EPI, la fisioterapia uro-ginecológica, técnicas y formas de trabajo desconocidos hasta hace apenas unos pocos años. Hay varios razonamientos para justificar que incluso el consejo nutricional puede formar parte del trabajo del fisioterapeuta.
“Eres poco menos que un delincuente por defender teorías que no están demostradas”, dicen
Efectivamente no hay nada demostrado científicamente. Que las emociones afectan a nuestra parte física mediante la alteración del sistema nervioso parece evidente, se asume desde cualquier especialidad médica, no parece descabellado por otra parte pensar que cada tipo diferente de emoción (enfado, ansiedad, obsesión, tristeza, miedo, etc.) nos afectan de forma diferente produciendo diferentes alteraciones orgánicas y alteraciones musculares en diferentes partes del cuerpo. Curiosamente hay muchas expresiones que indican que siempre se contempló esta relación: “hacer mala bilis” cuando uno se enfada, relajar el esfínter anal-vesical o mearse con el miedo, “con el rabo entre las piernas” expresión que pudiera traducirse posturalmente a retroversión pélvica cuando uno se retira derrotado, la unión entre amor y el corazón... Efectivamente no está demostrado, pero parecería lógico intentar estudiar esta relación entre la educación, el estrés de vida y las emociones con respecto a la patología espalda. Sin embargo parece que hay mucha gente que se sentiría incómoda si alguna vez se investigasen esta relaciones, paradójicamente lo que buscan estas críticas es que NO se investigue.
Por otro lado es curiosa esta acusación. ¿Hay tanta evidencia científica en fisioterapia? ¿De verdad todas las herramientas que utilizamos los fisioterapeutas están avaladas por rigurosos estudios? ¿Se ajusta el modelo médico de evidencia a la investigación en fisioterapia? Creo que hay muchas dudas por resolver como se refleja en este pequeño extracto de la entrevista al fisioterapeuta argentino Mario Corel para el COFPV en el último congreso internacional de fisioterapia celebrado en Bilbao al que me adhiero letra por letra.
"La evidencia científica, ¡qué termino!, yo no sé si puedo contestar a eso porque primero deberíamos preguntarnos qué es lo que consideramos evidencia.
Primero, como profesión, deberíamos preguntarnos qué vamos a considerar evidencia antes de generar evidencia. Por ejemplo, lo que veo últimamente es que se intenta tomar el modelo médico de evidencia y yo dudo si ese es el modelo de evidencia que nos debe representar.
Personalmente creo que no, también creo que los modelos de evidencia dentro de la fisioterapia pueden depender del área donde se ejerza la fisioterapia. Por ejemplo, ¿es lo mismo la evidencia que puede generar un fisioterapeuta que trabaja en una Unidad de Cuidados Intensivos que la que puede generar un terapeuta manual? No, porque manejamos valores y herramientas completamente diferentes. ¿Cómo puede ser que una terapia manual pueda estar encasillada dentro de los modelos de evidencia médica cuando en realidad estamos hablando de tres individualidades, la del paciente, la del terapeuta y la del método o herramienta que se aplique, con lo cual tenemos tres cosas diferentes?
Cuando se hace un trabajo sobre terapia manual y se dice ‘se trataron tantos pacientes y se les aplicó una movilización,…’ bueno, ¿cuál fue la movilización?, ¿quién la hizo y cómo fue de alguna manera incluido ese paciente dentro del estudio?
Hasta que no entendamos que hay tres individualidades dando vueltas y por lo tanto la evidencia que podemos construir no es la misma que la que está midiendo un sólo parámetro, como por ejemplo puede ser la saturación de oxígeno en un paciente, entonces creo que antes de hablar de cómo vamos en el camino de la evidencia debemos cuestionarnos cuál es el camino de la evidencia que estamos siguiendo que es lo que a mí me parece fundamental.
Con eso no quiero decir que no sea necesario generar evidencia, pero creo que a veces estamos detrás de lo que se supone ese paradigma científico médico que para mí no es el que nos representa."
Es sorprendente ver cómo muchos compañeros con menos formación y experiencia que Mario Corel, sí tienen claro todo lo que respecta a la investigación y fisioterapia, y se permiten ir sentando cátedra e insultando a los que no piensan como ellos.
Desde luego no va a ser la primera vez que un fisioterapeuta saque conclusiones de su trabajo y formule una teoría que trate de defender. Faltaría más. Que a muchos compañeros les resulte indiferente o incluso que no les guste, lo que sí resulta inadmisible es la actitud de algunos fisioterapeutas radicales, que llevan el insulto como bandera y la ciencia como arma arrojadiza. Se creen la élite de la fisioterapia, los jueces que deciden de que se puede hablar o no, cómo se debe trabajar o no, si criticas algunas actuaciones de la medicina moderna es que estás contra ella, si te planteas cuestiones sobre la investigación como citaba Mario Corel es que estás contra la ciencia, intolerancia pura y dura, un extremismo poco constructivo. Han intentado retirarme la colegiación de fisioterapeuta, me han llamado intruso y extruso (este último término de nuevo cuño me resulta simpático). Todo por afirmar, que según mi experiencia, el estrés y las emociones repercuten sobre la salud (nada nuevo en cualquier especialidad sanitaria) sobre todo a nivel músculo-esquelético.
Si el estrés produce una úlcera de duodeno, ¿por qué no va a producir una contractura? Yo sólo he añadido algún concepto de la medicina natural-oriental, “cada tipo de estrés específico, cada tipo de emoción afecta a una área específica del sistema nervioso central que puede acabar somatizando en una zona específica de nuestro sistema músculo-esquelético y paralelamente a un órgano, y todo esto se puede tratar desde el punto de vista de un fisioterapeuta por ejemplo informando y educando al paciente, con osteopatía visceral, con el trabajo de liberación fascial y somato-emocional de A.PILAT, con tratamientos de plantas medicinales que mejoren la función visceral, consiguiendo una fenomenal alianza con la terapia manual más convencional.
En definitiva, visión holística que a esta supuesta élite no le gusta, en próximos artículos expondré alguna razón más soterrada e inconfesable que explica en parte este rechazo frontal.