A veces los ejemplos de nuestra vida cotidiana nos sirven para explicar algo que queremos que se entienda. Al ser fisioterapeuta, quiero contarles acerca de una de mis experiencias.
Un caso de la vida real
Hace pocos días acudió a mi consulta una paciente de 35 años, con una hernia discal cervical C5-C6. Recordemos rápidamente que una hernia discal es la salida del contenido de un disco intervertebral, que puede afectar a su vez a diversas estructuras. En el caso de ésta mujer, la hernia discal produjo un dolor con irradiación hacia el brazo derecho y hacia la zona del trapecio derecho, que se reflejaba en todo el brazo. La hernia, al comprimir raíces nerviosas a nivel cervical, produjo pérdida de fuerza y en algunos momentos pérdida de sensibilidad, además de una fuerte contractura en la zona interescapular derecha. El dolor tuvo repercusión incluso en la inserción angular de la escápula, provocado por una visible antepulsión del hombro derecho a modo de postura de auto-protección.
La resonancia magnética nuclear (que conocemos como una de las pruebas por excelencia para diagnóstico de éste tipo de trastornos) determinaba una hernia discal C5-C6 que comprimía claramente la raíz nerviosa y que justificaba, según su traumatólogo y neurólogo, una urgente operación quirúrgica. La paciente quiso quemar su último cartucho antes de la operación y acudió a mi consulta.
Al llegar a mi consulta y de acuerdo a la descripción de los síntomas, pensé inmediatamente en una disfunción visceral. En el interrogatorio le pregunté por la presencia de disfunciones hepáticas, tales como cefaleas frecuentes, que la paciente refirió en el lado derecho de la cabeza. También contaba la paciente que la contractura interespapular derecha no sólo estaba presente desde que empezó con el dolor del brazo, sino que era una contractura que frecuentemente había tenido desde joven (esta contractura ya la he explicado en otros artículos que se debe a un reflejo por disfunción hepática). Además la paciente refiere que últimamente padece problemas digestivos como ardores y digestión lenta, y en los últimos meses una sensación constante de ansiedad, irritación, mezclada con una sensación de cansancio.
Evidentemente estaba en un nivel de alto estrés: una vida laboral muy exigente, tensión doméstica por la crianza de sus tres hijos y además refirió que su madre llevaba años enferma de cáncer y estaba ya en fase terminal. Le expliqué que todo ese estrés le provocaba una disfunción hepática, y esta una contractura y rigidez dorsal con hipermovilidad o inestabilidad cervical y que toda esta cadena de alteraciones podían ser el auténtico origen de su hernia discal. No le podía asegurar en esta situación tan aguda que el tratamiento del hígado pudiera llegar a influenciar de forma decisiva sobre la curación de la hernia discal, pero teníamos que intentarlo.
¿Qué podíamos hacer en esta situación?
El objetivo es mejorar en lo posible el organismo para que se recupere y soporte mejor el estrés cotidiano que padece.
Lo primero que le aconsejé fueron cambios en la alimentación. Durante el interrogatorio la paciente me comentó que tomaba cinco cafés al día, por lo que yo le aconsejé reducirlos a cero, eliminar las naranjas, mandarinas, chocolates, embutidos, las carnes rojas, los lácteos, las frituras y los dulces; todos alimentos perjudiciales para el hígado. Le avisé con insistencia que la eliminación, sobre todo del café y chocolate, le iban a provocar un intenso dolor de cabeza que no representaba más que el síndrome de abstinencia de estos alimentos y un proceso de autocuración y autoregulación del hígado. Además le recomendé algunas plantas medicinales para devolver la función normal al hígado, y así hizo.
Efectivamente a los dos días me llamó porque no aguantaba un intenso dolor de cabeza que le obligaba a estar postrada en la cama. Yo le indiqué que no tomara analgésicos o que sólo lo hiciera si era extremadamente necesario (durante la consulta le propuse reducir el tratamiento antiinflamatorio y analgésicos para la hernia discal; no se pude tratar bien el hígado y regularlo tomando toda la medicación que le pautaron para la hernia). La paciente aguantó sin tomar nada a pesar de tener un fuerte dolor de cabeza que le duró dos días. Al cabo de 10 días acudió a mi consulta muy sorprendida: a partir de que se le redujo el dolor de cabeza, empezó a mejorar del dolor de la espalda y del brazo, y días después de la primera consulta estaba complemente asintomática, la movilidad cervical era normal, la sensibilidad era normal incluso había recuperado parte de la fuerza del brazo y sorprendente me refirió sentirse menos irritada. Lo había pasado muy mal durante dos días pero sin duda había merecido la pena.
Algunas conclusiones
Esto es un caso espectacular pero cierto de cómo una disfunción hepática puede provocar una crisis aguda cervical con la presencia de una hernia discal y que este proceso puede ser reversible, si la regulación del hígado se hace en el momento adecuado y de forma completa.
Este caso nos deja una enseñanza que puede ser aplicable a cualquier dolor de espalda o dolor músculo esquelético: el dolor provocado por una contractura o por un pinzamiento vertebral o incluso por una hernia discal no es más que una forma que, en ocasiones, tiene nuestro organismo de avisar que algo funciona mal. Es un aviso para que cambiemos algo, este aviso por muy molesto que sea es un mecanismo de protección diseñado por la naturaleza. Tratar estos avisos con analgésicos y antiinflamatorios es un tratamiento barato que puede salir muy caro.