(del libro de Roberto Junquera “El estrés, otras alteraciones emocionales, y tu dolor de espalda).
Los conocimientos que se exponen en este artículo provienen de la medicina oriental; una medicina milenaria que entiende al ser humano como una parte más de la naturaleza a la que pertenece, y por tanto entiende desde otro punto de vista los procesos de su salud y enfermedad. Hablaremos específicamente del bazo-páncreas, y de cómo su disfunción repercute sobre el sistema músculo esquelético.
Conoce a tus órganos: bazo-páncreas
El bazo y el páncreas son 2 órganos que se encuentran en el abdomen.
El bazo se encuentra en la esquina superior izquierda del abdomen, justo debajo del diafragma y al lado del estómago. Es un órgano pequeño, mide aproximadamente el tamaño de un puño. A pesar de estar íntimamente relacionado con el estómago no participa en la función de la digestión, sino en la función inmunológica (es decir, en la protección de nuestro organismo de agentes patógenos que a él ingresan), además de relacionarse con nuestro sistema cardiovascular. Esencialmente, el bazo:
- Elimina los eritrocitos (glóbulos rojos) que se encuentran en nuestra sangre que ya han envejecido (el tiempo de vida de un glóbulo rojo es de 3 meses).
- Almacena y promueve la actividad de los linfocitos (glóbulos blancos) y otros procesos de inmunidad necesarios para eliminar los microorganismos patógenos.
- Estimula la reparación tisular.
Por otro lado, tenemos al páncreas. El páncreas es una glándula, que se encuentra justo detrás del estómago. Es un órgano de una longitud de entre 15 y 20 centímetros. El páncreas es una glándula que es tanto endocrina como exocrina. ¿Qué quiere decir esto? Pues una glándula endocrina produce exclusivamente hormonas (sustancias que son segregadas en la sangre para llegar a ciertas células y que éstas realicen determinada función). Una glándula exocrina también segrega sustancias, pero las segrega hacia cavidades o fuera del organismo. El páncreas:
- Segrega insulina, hormona que disminuye los niveles de azúcar en sangre cuando están elevados.
- Segrega glucagón, hormona que hace el efecto contrario a la insulina, es decir, aumenta los niveles de azúcar en sangre cuando están muy bajos.
- Segrega enzimas que participan en el proceso de la digestión (para romper los carbohidratos, proteínas y lípidos que ingerimos de la alimentación y así puedan ser reabsorbidos por el intestino delgado).
Bazo-páncreas y repercusiones en el sistema músculo-esquelético
Habitualmente nuestros órganos y vísceras mucho tiempo antes de sufrir una enfermedad pasan por una fase de disfunción o de mal funcionamiento, en la que nuestro organismo nos avisa con una serie de síntomas propios de cada órgano y unos dolores reflejos y alteraciones en nuestros músculos y articulaciones. En éste caso hablaremos del bazo-páncreas.
Signos y síntomas de la disfunción en el bazo-páncreas
Podemos reconocer una disfunción del bazo-páncreas por los siguientes síntomas:
- La disfunción de bazo-páncreas provoca una disminución del sistema inmunitario (por afectación del bazo), por ejemplo: facilitando infecciones por herpes labial.
- Evidentemente la inestabilidad de los niveles de glucosa en sangre indica mal funcionamiento del páncreas que, además de producirse por una dieta rica en hidratos de carbono de absorción rápida (azúcares, harinas…), también se da como consecuencia del estrés. Mucho antes de que esta diabetes tipo 2 se manifieste en una analítica, el paciente puede notar sensación de decaimiento, somnolencia de forma brusca (sobre todo de 11 a 12 de la mañana o de 5 a 6 de la tarde) y con sensación de hambre sobre todo de dulces, de café.
- Cualquier infección por hongos, más aún si es en la boca, indica una disfunción de este elemento.
Reflejos en el sistema músculo–esquelético. Causas de disfunción
Muchas veces los signos y síntomas del mal funcionamiento de los órganos no son tan evidentes para cada persona, es decir: ¿cómo nos damos cuenta de los niveles de glucosa en sangre inestables? ¿Cómo sabemos si nuestro conteo de glóbulos blancos está normal o si existe un cambio en ellos? ¿Es realmente una infección por hongos o es simplemente algo pasajero? Algunas veces pasamos por alto todo esto. ¿Cómo darnos cuenta de si nuestro bazo o nuestro páncreas está dando problemas? Sencillo: a través del dolor en nuestros músculos y articulaciones.
Por lo general, cuando existe sensibilidad dolorosa a la palpación y facilitación de bloqueos vertebrales de la 7ª y 8ª dorsales con irradiación dolorosa al lado izquierdo es cuando podemos inferir que hay un problema del bazo o del páncreas. Suele ser un dolor característico: constante, profundo, de intensidad moderada que se hace difícilmente soportable en las posturas mantenidas (por ejemplo: el ordenador), sobre todo en las últimas horas del día.
Este reflejo doloroso no es frecuente, pero cuando se da casi seguro que el paciente está padeciendo de un problema emocional, en el que le obsesiona o que le mantiene en una duda constante de la que no es capaz de salir.
Este trastorno es frecuente que se dé en mujeres que mantienen la duda silenciosa ante la posibilidad de divorciarse y se debaten entre lo que el corazón les pide y lo que les conviene en el plano familiar o socio económico. Si esta duda persiste, genera una obsesión que se manifiesta con dolor en los sitios antes especificados.
Recuerdo el caso de una chica joven, de treinta años, que acudió a mi consulta porque llevaba seis meses con dolor sordo y profundo en los niveles de la 7ª y 8ª vértebras dorsales a la izquierda, sobre todo a partir de media tarde, que le obligaba a tumbarse. Un dolor rebelde a cualquier tipo de analgésico y para el que las revisiones médicas no encontraban ningún tipo de justificación. Durante la exploración, le pregunté directamente si tenía algún problema que le obsesionara, “¡obsesionada es poco!” me respondió. Se levantaba con el mismo e insistente pensamiento con el que se acostaba: su hermana y sus sobrinos estaban sufriendo malos tratos paternos, en algunos casos graves, y aunque el asunto estaba en trámites judiciales, ella no podía dejar de pensar en la situación de su hermana y sobrinos. Al día siguiente de haber pasado por mi consulta y asignarle un tratamiento alternativo me llamó sorprendida, era el primer día en los últimos seis meses que no le había dolido a pesar de haber trabajado. Esto es un claro ejemplo de cómo una situación emocional que repercute sobre la esfera física, puede dejar de hacerlo cuando la persona descubre el vínculo entre su dolor y su conflicto emocional.
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